Decachitos

En un pequeño pueblo donde las máquinas de coser ocupaban los rincones de la casa, descubrí el arte de la costura en las manos de mi madre. Cada puntada era un susurro de amor y cada tela, un lienzo en blanco que esperaba ser transformado. Al llegar a mi adolescencia y conocer a Carmen, una joven apasionada por la moda, mi corazón comenzó a latir al ritmo de las agujas. Juntas compartimos muchas horas de verano, creando hermosos vestidos que contaban historias y sueños. Cada creación no solo era una prenda, sino un símbolo de su unión, donde la pasión por la costura se volvía un hilo que unía nuestras vidas. Con cada proyecto, nos dimos cuenta de que la verdadera amistad se teje con los detalles más pequeños y sinceros, creando un legado de felicidad y creatividad.